Me tumbo en ese colchón más viejo más agujereado. Las hebras de tabaco rocían mi cuerpo etéreo. En la pátina espesa de tu blanco, te rezo y te miro intensa, tus ojos oscuros se funden en el techo verde menta y me hundo en ti y en tus manos grandes, en tus dientes afilados, de león hambriento. Te exhalo cielo y vuelves a mí como una nube roja y dulce azuladamente de humo.
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